martes, 14 de mayo de 2013

FIESTA DEL AJEDREZ



LA FIESTA DEL AJEDREZ

INTRODUCCIÓN

Juego el juego por el juego mismo
SHERLOCK HOLMES


Usted se encuentra en un rincón cualquiera del mundo y una esquina de ese rincón se ilumina de pronto con una luz deslumbrante: la silueta de unas piezas de ajedrez, que asoman en una mesa, capta su atención. Todo lo que pasa a su alrededor deja, en realidad, de pasar desde ese mismo instante. Para usted sólo cuenta la luz que irradia aquel rincón. El lugar puede ser un modesto mesón, perdido en algún paraje indigno de recordar, un refugio de montaña, el compartimiento de un tren o el paisaje más urbano de un café cualquiera. La situación siempre es, más o menos, la misma: dos seres afortunados se encuentran jugando una partida de ajedrez, lo que le produce un intenso escalofrío. Siente entonces la atracción de una fuerza irresistible que le lleva a acudir de inmediato a aquel rincón, para participar, al menos como espectador, de la magia que acaba de darse cita en su circunstancia.
Que se encuentre en el más remoto lugar de la península ibérica, en Noruega o en la Patagonia, sabe ya que esas dos personas y usted hablan el mismo lenguaje: los tres disfrutan del enorme privilegio de estar invitados a una fiesta que, sin embargo, no es, en absoluta, exclusiva. La fiesta está abierta y todos pueden participar en ella. Basta con que expresen su deseo y éste se hará realidad. No hay sueño más fácil de realizar en esta vida y, al mismo tiempo, quizá tampoco más rico y ambicioso.
Arte, ciencia, juego, deporte. Hace siglos que se debate la verdadera naturaleza del ajedrez, sin que se llegue a ninguna conclusión definitiva. Tampoco el autor contribuirá a enriquecer ese debate, porque en realidad sería una forma de empobrecerlo, de contribuir a la confusión. Es más: creo que es un debate bizantino y sin objeto. ¿Por qué? Porque el ajedrez es todas esas cosas y muchas más.
Es evidente que el ajedrez está impregnado de concepciones artísticas, pero también matemáticas y científicas, así como de elementos deportivos: la lucha por ganar, por superar al adversario y por superarse a uno mismo. Pero unos y otros factores se imbrican entre sí. Por ejemplo: ¿no existe belleza en la geometría con que se ejecuta una formación estratégica, o en la perfección con que se juega un final de torres? ¿No es científica la exactitud de cálculo de una maniobra combinativa que es puro arte en su concepción?
En la diversidad está la riqueza. Cada cual puede encontrar en el ajedrez aquello que más le guste y con lo que más disfrute. Unos lo hallan en su belleza intrínseca. Otros, en su carácter competitivo, en el desafío mental que supone. Otros, en la armonía que se desprende de su estrategia. No pocos en la placidez que supone disfrutar de una partida de café, compartiendo un rato con un buen amigo. Incluso me atrevo a aventurar que este tipo de sensación significa haber alcanzado la mayor sabiduría a que puede aspirar el hombre.
Quisiera recomendar el ajedrez como forma de terapia suprema. ¿Le duele la cabeza? Juegue al ajedrez. ¿Tiene problemas profesionales o económicos? Juegue al ajedrez. ¿Le ha dejado su mujer? Juegue al ajedrez. ¿Es el ajedrez el remedio contra todos los males? Sí. ¿Es el autor un fanático del ajedrez? Es más que evidente: sin atenuantes y con alevosía. Pero ese hecho no excluye que el ajedrez sea inmensamente rico y ofrezca a todo el mundo un patrimonio de inagotables maravillas.
En este libro he tratado de hacer partícipe al lector de una pequeña porción de esos tesoros lúdicos: problemas, estudios artísticos, espectaculares miniaturas, las partidas inmortales, curiosidades, confrontaciones atípicas, humor, anécdotas, récords, citas y algunos datos útiles, como los campeones y campeonatos del mundo. Cierto que todo eso es insuficiente. Aquel que quiera ahondar en las mil y una noches de nuestro juego, llegará a encontrarse con millares de descubrimientos sin fin, con la advertencia de que sólo encuentra aquel que busca con entusiasmo y con un ánimo abierto y receptivo.
Si no ha entrado todavía en la fiesta, acérquese sin dudarlo y podrá participar en ella: la entrada es libre y sin condiciones. El ajedrez es una tentación irresistible y maravillosa. Entre, con paso decidido, en la fiesta del ajedrez y nunca se arrepentirá.
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